La tarea de enseñar a los niños, adolescentes y jóvenes el único Camino que los mantendrá en la excelencia y los llevará al éxito verdadero, es un privilegio inigualable. Jesús dijo: “Yo soy el camino…”, es nuestro privilegio conocerle. Conocer el Camino nos capacita para enseñarlo. El Espíritu Santo está presto no solo para enseñarnos, también para transformarnos gradualmente y restaurarnos a la imagen de nuestro Creador.